lunes, 28 de octubre de 2013

Pedro esta frente a su espejo


Llego la mañana con mucho sol, el resplandor por la ventana reposaba sobre el rostro de Pedro, un pestañear anunciaba un nuevo día, y en su cerebro se maquinaba toda la rutina diaria que venia con ese abrir de ojos que deseo con todas sus fuerzas que no sucediera, pero que a pasar de saber que la rutina lo cansaba en demasía, cumplía religiosamente el andar diario, pero que sabía en un momento del día llegaría a gustarle.

El proceder de hacer las cosas en su debido momento era una regla exacta para su modo de vida, que si alguna vez cambiaba, el juego de la torre de naipes caería, es por eso que Pedro se caracterizaba por ser muy apasionado en esos pequeños detalles que la gente común no le toma importancia, la minuciosidad del que hacer de sus cosas llegaban a lo ridículo, y en las pocas oportunidades que los compañeros de trabajo salían a su merecido descanso del fin de semana, Pedro obviaba la participación, pues pensaba que ir de parranda era perdida de tiempo y lo más importante, de dinero. Pero esa noche fue tanta la insistencia que los hombres y mujeres de juerga, que Pedro dudo mucho en decir que no.

El dolor de cabeza era terrible, no recordaba la noche anterior con un extraño momento de zozobra que no pudo explicar, pero continúo con el proceder de colocar los pies desnudos sobre el frío cemento de su pequeño cuarto, esto anunciaba para Pedro el comienzo de un nuevo día, pero igual en su forma.

Refregaba sus ojos con ambas manos y al terminar de sacudirse la modorra, quiso ver la hora exacta, pero no pudo encontrar el reloj que siempre dejaba encima del velador, desconcertado, miro a todos lados del frió cuarto que habitaba hace cinco años, como buscando el reloj de pulsera por las paredes, el techo y el piso, rindiéndose en la búsqueda, muy lentamente, como de costumbre, Pedro se acerco al calendario para saber el día exacto del deposito al banco, pues todo los primeros de cada mes la remuneración llegaba para aliviar las deudas, y poder seguir habitando el cuarto; siempre era cumplido con todos sus pagos, pero raramente ese día tampoco se encontraba el calendario colgado en la pared de lado izquierdo de su cama.
Desconcertado aún, se paro frente al espejo con la mirada pegada al piso como buscando el reloj de pulsera, miro lentamente el espejo, y sin que su vista diera el enfoque necesario a su rostro, lo primero que apareció en su iris fue una mancha roja pegada al extremo de su confuso reflejo. Intrigado por la particular mancha roja, volviese a fijar la mirada en su rostro y de repente su mirada choco con su propia mirada, después comenzó a recorrer cada detalle de su rostro pálido, como si no se conociera, se miro de perfil, de tres cuartos, se miro el cuello, las manos, todo parecía igual, pero a la vez extraño. Dio la espalda al espejo y miro con más detalle, con esa pequeña luz mañanera, el cuarto el cual habitaba, fijo la mirada sobre el velador y localizo el peine verde con los dientes ya gastado, y procedió a peinarse suave y pausadamente , siempre con la mirada en el espejo, recordando nada, solo hacia la acción de peinarse como queriendo encontrar algo en su cabeza , que aún no lograba localizar, dejo el peine en el mismo lugar del cual lo había tomado, se acerco al espejo, se miro fijamente, y recordó que tenia que salir rápidamente al trabajo, pero algo lo detenía, pero no lo descubría.

Intrigado sin saber la hora, ni el día en que se encontraba, y con el terrible dolor de cabeza, pensó que la solución para ello, era una buena ducha de agua fría; camino rápidamente al ropero gigantesco que había heredado de su difunta abuela, el cual agradeció con mucho alegoría al abogado que le dio la noticia de esa gran herencia, pues en ese momento colocaba la poca ropa que tenia sobre el respaldar y asiento de una silla pequeña que había adquirido en una barata.

Abrió la pesaba puerta de madera con hermosos detalles, y se dio con la sorpresa que su ropa no se encontraba, pensó en la lavandera, - quizás era día de lavado -, así que fue súbitamente al cuarto de baño, donde el siempre dejaba una tolla y una muda para este tipo de emergencias, y pudo hallarlo.

Cayó el agua fría sobre su cabellera, después por todo su cuerpo, y con los ojos cerrados trataba de recordar donde pudo perder el reloj de muñeca, donde puede estar el almanaque para saber el día exacto y si había mandado toda su ropa al lavado.

Terminó la ducha, tomo la toalla y antes de secarse el rostro pudo divisar unas muy pequeñas manchas rojas, como si se tratase una salpicadura minúscula, sin tomarle mucha importancia volteó la toalla, y seco cabeza, rostro y cuerpo, se cambio con la muda de emergencia, y volvió al velador para proceder al acicalamiento diario: desodorante, algo de perfume, peinado, abrochar los botones de la camisa, y por último atarse el calzado.

Salio de la habitación el cual quedaba en el tercer piso, bajo las escalera con cierta duda, y se detuvo un momento justo antes de pisar el ultimo escalón que lo lanzaba de nuevo a esa maldita rutina que tanto odiaba, intrigado el, porque nunca se había detenido, regreso muy deprisa a la habitación, agitado y casi sudando por el subir de las escaleras, miro toda la habitación, y fue cuando su vista se fijo entre la tarima acolchonada y el colchón de sus cama, donde se hallaba una de las hojas del almanaque que tanto había buscado; avanzo con cautela, con miedo, con dudas, y se detuvo con el aire a punto de salir de sus pulmones, respiro profundamente, como si fuera el último suspiro de un moribundo, hasta que pudo retirar la hoja de papel del calendario. Contemplo la hoja arrugada, maltrecha y con unos puntos rojos, tratando de recordar como pudo llegar esa hoja de papel a tal lugar, se fue caminando hacia el velador con la hoja de papel en la mano mirándola extrañado.

Llego al velador, miro la hoja temblorosa por el titiritar de sus manos, miro su reflejo en el espejo, y como un rayo de luz atravesando su masa encefálica, todos los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente.

- Los amigos lo invitaron a una noche de diversión, él, dubitativo acepto como nunca antes lo había hecho, llegaron al bar, el local era sombrío, con pocas luces, a duras penas de podía distinguir los rostros desenfrenados por las altas dosis de licor de la personas. Una mujer de mirada irreverente se encontraba en la misma mesa, era amiga de unos de los compañeros de labores de Pedro, muy acomedida ella, parecía que tenía la formulada tarea de hacer pasar al compañero esquivo a las muchas invitación, una buena velada, con todos los pormenores de una noche, que al parecer tenia que terminar bajo las sabanas. Así sucedió, bajo los efectos de mucho alcohol, Pedro se sentía un Don Juan después de mucho tiempo, ya que la última pareja que tuvo, fue un romance de un simple mes, el cual solo se pudieron ver diez veces en ese corto tiempo.

La pareja muy acaramelada, se fueron casi a tumbos a la habitación de Pedro, una vez en ella, Alicia comenzó con las caricias de rigor hacia el afortunado muchacho, que acepto con alegría; pero sin percatarse que bajo las panty medias de dicha mujer, ella sigilosamente tomaba un pequeño cuchillo, pero muy afilado, con el propósito de hacerle daño, y robar las muchas o pocas cosas que el tenia en la habitación, Pedro supo darse cuenta a tiempo de las macabras ideas de la susodicha, y pudo bloquear el puntillazo que iba directamente a su corazón con el reloj de pulsera, que el nunca dejaba, pero esa vez el reloj, ya no estaba donde debería estar, tomo por la muñecas a Alicia y fue como una danza interminable por toda la habitación, con el forcejeo de los amantes fortuitos, el cuchillo desapareció, sin que ninguno de los dos se dieran cuenta donde había caído, el aún con las muñecas de Alicia entre sus manos, la llevo hasta el antiguo velador de su habitación a empujones, se quedaron mirando con un enojo mutuo, cuando Pedro la beso con tal pasión, pero enojo e ira a al vez, ella acepto el beso tomándolo fuertemente de la cabellera, y en le momento de pasión, ella entrego su humedecido vientre al agraviado, Pedro embistió con tal furia dentro de esa cavidad concedida, e hicieron el odio mas placentero, que pareció eterno.

El cuchillo por alguna razón quedo tendido al lado del velador, justamente abajo del espejo, Pedro pudo divisarlo por su reflejo, y aún extasiado por la brutal faena sexual, tomo el cuchillo y lo embistió justamente en la medula espinar de Alicia, la sangre comenzó a emanar con dirección al espejo, Pedro lo único que pudo atinar fue alejarse de la espantosa escena, el cuerpo inerte de la mujer, con la piernas abiertas, aún arriba del velador, cayó como si fuera un bulto mal envuelto al suelo, convirtiendo el piso de cemento en un lago de sangre fresca, con un horrendo olor agridulce. 

Pedro quedo parado al lado del cuerpo, comenzó a reparar en todo lo que había sucedido en cuestión de minutos, y rápidamente su cerebro comenzó a resolver el problema, con cada detalle, como lo hacia con sus labores rutinaria del día a día.

Tomo el cuerpo inerte y lo puso en la bañera desnuda, tratando de limpiar todos los residuos de sangré que se encontraban en ella, como no pudo encontrar papel para limpiar el piso de la habitación, tomo las hojas de la calendario para cumplir con dicha función, tomo una de las toallas y la humedeció para limpiar el espejo del velador y parte de este, una vez el cuerpo limpio, tomo las ropas del ropero de la abuela para vestirla, sin antes cubrir bien la herida con un poco de cinta de embalar que siempre guardaba para ordenar algunos documentos del trabajo.

Acto seguido retiro uno de los colchones, y puso todo los objetos de la evidencia, en el primer colchón, el cuchillo, el reloj de pulsera, que por casualidad lo encontró en una de las esquinas de la pequeña habitación, las hojas del calendario, ensangrentadas y unas a medias, la toalla y el cuerpo de Alicia vestida, finalmente el otro colchón encima de todo ello, como una tapa mortuoria.

El tomo una ducha, y como si nada hubiera pasado, se hecho a descansar encima de toda su evidencia criminal o en defensa propia, pero con el muerto abajo.-

Pedro regreso de su estado inconsciente, pero a la vez consiente, como si le hubieran dando un empujón a su realidad, pero aún frente a su espejo, después de haber recordado cada detalle, horrorizado, pálido, con las entrañas dolientes, y con el único miedo que pudo tener en ese momento, volteo la mirada hacia su cama de doble colchón; caminó sigilosamente, imaginando la espantosa escena que vería cuando levantara esa tapa mortuoria, pero así lo hizo, todo las cosas que había buscado al levantarse esa mañana con la pesada modorra y ese fuerte dolor de cabeza, se encontraban frente a sus ojos, además del cuerpo de Alicia. Perplejo, con la vista perdida, tomo su reloj de pulsera y la coloco en una de sus muñecas, vio el calendario, era día de pago, y se tomo cinco minutos para tomar una decisión, pero antes de hacerlo, pensó: — Hoy se acabo mi maldita rutina, aunque a veces me gustaba — arrimo el cuerpo de ella, se hecho al lado y con el mismo cuchillo, se apuñalo justamente en el corazón, que una noche antes, ella había intentado apuñalar.

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho, un fin inesperado.

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    1. Gracias Hugo, a veces los fines realmente no tienen nada que ver con lo que vino sucediendo, gracias por comentar.

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